EVODIA Y SÍNTIQUE: Un llamado a tener el mismo sentir

 

 

“Colmad mi alegría, teniendo un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo, y buscando todos lo mismo” – Filipenses 2:5

 

Hechos capítulo 16 nos narra la predicación de san Pablo en la ciudad macedonia de Filipos, ubicada en la costa norte del Mar Egeo. Esa ciudad había sido fundada por Filipo II, rey de Macedonia y padre de Alejandro Magno en el siglo III a.C, pero en la época de san Pablo ya había sido tomada por los romanos (168 a.C) junto con su provincia; sabemos además que en el 42 a.C los asesinos de César, Bruto y Casio, habían sido vencidos en la llanura cercana a Filipos por Octavio (llamado después, Augusto). A principios del siglo I d.C la ciudad era una colonia poblada por veteranos romanos que se retiraban a vivir una vida agreste, para ese entonces su nombre oficial era: Colonia Augusta Julia Philipensium.

Filipos era una ciudad próspera, con un buen comercio y pujante agricultura, en el foro se han descubierto muchas inscripciones en honor a los antiguos legionarios que habitaron allí. Su ubicación cerca del mar y en plena Vía Egnatia (un camino importante que unía las colonias romanas al norte de Grecia desde el Adriático hasta Bizancio) que podía conducir por tierra desde cualquier ciudad griega hasta Roma (de hecho se usaba más que el viaje por mar) hicieron de la ciudad una urbe modestamente grande. Dada su posición geográfica muy estratégica y a que los soldados tenían derecho a poseer en Filipos las tierras que habitaban (estaban “en casa”) la ciudad funcionaba como una excelente base para el ejército romano. Sabemos que aparte de legionarios, la ciudad estaba habitada por macedonios, tracios y una minoría judía que, a diferencia de otras ciudades, no tenía una sinagoga.


Apenas llegar a la ciudad, Pablo quiso predicar pero se enteró de que en lugar de una sinagoga los judíos se reunían en un “
lugar de oración” a las afueras, cerca a un río. Es interesante que la mayoría de los asistentes eran mujeres prosélitas, es decir: mujeres paganas que simpatizaban con la religión judía y a quienes les era más fácil participar de ciertos espacios de oración: posiblemente el requisito de la circuncisión desanimaba a los hombres que también simpatizaban con el judaísmo, sobre todo a los soldados que difícilmente se podrían adaptar a las prescripciones de la Ley judía.

Entre estas mujeres estaba Lidia, de la que Lucas informa que era natural de Tiatira, vendedora de púrpura y adoradora de Dios (Hechos 16:14). Lidia recibió la Palabra predicada por Pablo y fue bautizada junto con toda su familia, además ofreció alojamiento al apóstol en su propia casa (En Hechos 16:14 dice: “Y nos obligó a ir [a su casa]”). Este es el origen de la iglesia de Filipos, una comunidad nacida gracias a la conversión de una mujer, en un ámbito donde las mujeres tenían una participación mayoritaria en el culto, y a la que Pablo dirigió su carta desde el cautiverio: Filipenses.

Posiblemente Filipenses haya sido escrita por Pablo durante su encarcelamiento en Éfeso, aunque algunos estudiosos opinan que haya sido escrita más bien en Roma; lo más probable es que la carta date del 54 d.C. El motivo de la carta es muy sencillo: la congregación de Filipos le había enviado a Pablo una ayuda material a la cárcel junto con el hermano Epafrodito (Filipenses 2:25) quien debía además cuidar de él, pero Epafrodito enfermó gravemente mientras acompañaba a Pablo y estuvo a punto de morir; sin embargo, ahora repuesto de su enfermedad Pablo lo envía de vuelta a la congregación con esta carta de agradecimiento (2:26-30); Pablo aprovecha para poner al día a los filipenses sobre su situación (cap. 1) y para exhortarlos a mantener la humildad (cap. 2), también dirige palabras fuertes contra aquellos cristianos partidarios de la circuncisión que vivían como enemigos de la cruz de Cristo (3: 2. 18ss).

Hacia el final de la carta, Pablo hace mención de dos mujeres:

“Ruego a Evodia, lo mismo que a Síntique, que tengan un mismo sentir en el Señor.” (Filipenses 4:2)

No sabemos exactamente qué pasaba entre ambas mujeres para que san Pablo las mencionara, de hecho la carta no ofrece más explicaciones pero nos da pistas interesantes sobre cómo el apóstol Pablo intentó solventar una situación conflictiva a distancia.

El hecho de que Pablo mencione una desavenencia entre ambas mujeres pero no mencione en qué consistía nos puede indicar que en primer lugar no debía ser algo tan grave, al menos no una desavenencia doctrinal pues de lo contrario san Pablo habría zanjado el asunto en la misma carta; por otra parte, si bien el origen de la dicha desavenencia no era grave, tan poco debió ser algo desconocido para la congregación, parece obvio que ya todos estaban al tanto del asunto teniendo en cuenta que estas misivas se leían en público frente a toda la asamblea de la iglesia reunida el domingo, ser mencionado en ellas implicaba que todos sabían si una persona era alabada por san Pablo o reprochada.

En segundo lugar, san Pablo pide a un miembro de la iglesia que actúe como “conciliador” en el desacuerdo entre Evodia y Sintíque. Esto nos recuerda la valiosa actuación de aquellas personas que en las iglesias tienen el ministerio de la reconciliación entre los hermanos: personas que han recibido del Espíritu Santo el don de poner paz y mediar en los conflictos.

Evodia y Síntique resultan muy queridas para san Pablo quien las califica como parte de sus colaboradores que lucharon por el Evangelio.

Posiblemente el desacuerdo de estas dos mujeres haya tenido que ver con la forma de llevar los asuntos de la congregación o, muy probablemente, fuera simplemente cuestión de caracteres distintos.

“Tengan un mismo sentir” es la frase que usa san Pablo. Esta exhortación a tener un mismo sentir es en realidad el eje de la carta: en el capítulo 2:1-4 Pablo pide a los filipenses tener un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo y buscando todos lo mismo, contraponiendo a esta unidad la ambición y la vanagloria que siempre crean divisiones en las comunidades y distancian a las personas. El presupuesto básico de la unidad en la iglesia es la humildad: “No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (v.4) esto es ser solidarios unos con otros y apoyarse mutuamente.

Para poner un modelo a seguir en la congregación san Pablo invita a todos a mirar a Cristo e imitarlo a Él, para ello el apóstol calca en su epístola un himno cristiano de la época en el que se inspira para animar a la congregación a imitar Cristo:

6Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
7al contrario, se despojó de sí mismo
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
8se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

9Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
10de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
11y toda lengua proclame:
Jesucristo es SEÑOR, para gloria de Dios Padre.

En este precioso himno, san Pablo recuerda que Cristo pudo haber manifestado en su vida mortal la gloria que desde siempre poseía apareciendo entre nosotros como un ser glorioso en su humanidad, sin embargo Jesús hizo lo contrario:

Se despojó de sí mismo y tomó la condición de esclavo” (v.7)

Este despojarse es lo que conocemos como “kénosis” en griego, lo cual implica vaciarse de algo. Cristo se vació de su gloria sometiéndose incluso a la muerte en cruz, propia de esclavos, para identificarse con la humanidad entera sufriente, pecadora y repudiada. He ahí el supremo acto de humildad. He ahí el modelo del tener un mismo sentir. Jesús, vaciado de su gloria y hecho hermano de quienes sufre siente-con el género humano entero.

Gracias a esta “kénosis”, a este rebajarse a sí mismo siendo obediente hasta la muerte para identificarse humildemente con la humanidad sufriente a través de la cruz es que Jesús fue exaltado en el triunfo pascual: exaltación, glorificación, elevación.

En virtud de esta exaltación pascual Jesús recibe un nombre sobre todo nombre, ya no es el Jesús sufriente sino el “KyriosSEÑOR del triunfo pascual ante quien toda rodilla se dobla en el cosmos.

 

Con este método Pablo de Tarso da un ejemplo vivo a la congregación de Filipos acerca de lo que significa tener un mismo sentir. Así como Cristo se despojó de sus prerrogativas para identificarse con los últimos, así los cristianos de Filipos debían despojarse de sí mismos e identificarse los unos con los otros siendo solidarios todos. Como consejo práctico para poner en obra este ejemplo Pablo aconseja:

Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.” (2:14-15)

De modo que cuando san Pablo pide a Evodia y a Síntique que tengan un mismo sentir en el Señor las está remitiendo al ejemplo que acababa de dar, como si les estuviera diciendo: “Olvídense de las diferencias entre ustedes dos, olvídense de las discusiones, no den tanto peso a sus propias diferencias de carácter, más bien aplíquense en lo importante a tener un mismo sentir.”

He ahí una lección para nosotros hoy. Podemos no estar de acuerdo a veces con la opinión de nuestros hermanos y hermanas en la congregación, podemos tener diferencias de caracteres o discutir por ciertos criterios, pero en algo tan importante y necesario como es la vida de la comunidad de fe hemos de hacer a un lado todos estos elementos que alimentados por la ambición o la vanagloria (2:3) producen desunión, y procurar tener los mismos sentimientos como Cristo tuvo los mismos sentimientos hacia nosotros. Sólo Él es nuestro modelo, sólo Él es nuestro espejo.

De la curiosa mención a Evodia y Síntique, y de la lectura de la epístola a los Filipenses a la luz de la exhortación de san Pablo a tener un mismo sentir podemos extraer valiosas enseñanzas para fortalecer y reavivar nuestra propia congregación:

          Importancia de tener siempre como modelo a Cristo. Todos, incluso los pastores y líderes de la iglesia deben imitar a Cristo; los líderes no son nunca el modelo.

          Pertinencia de hermanos y hermanas que ejerzan el ministerio de la reconciliación. No solo en cuanto a las discusiones entre personas, también en relación a la reconciliación cuando hay conflictos en el matrimonio, el papel del mediador/mediadora como ministro es indispensable.

          Llamar la atención con caridad. Esto es lo que en el cristianismo se llama “corrección fraterna”, san Pablo no condena a Evodia y a Síntique ni les ordena reconciliarse sino que les ruega (en griego, repite la palabra “parakaló” = “Os suplico” v.2) que tengan el mismo sentir. Pero además resalta lo bueno que hay en ellas: “han luchado por el Evangelio”. ¡Cuán fácil olvidamos que las personas con las que discutimos también tienen virtudes! ¡Cuán fácilmente un desacuerdo tonto puede hacernos olvidar que nuestros hermanos también han luchado por el Evangelio en el pasado!

 

Que podamos releer la epístola a los filipenses desde la óptica de la vocación a tener un mismo sentir, y su lectura orante nos renueve como comunidad de fe. La Palabra de Dios siempre es fuente de gracia, renovación y estímulo para los creyentes.

¡Que el Señor nos conceda tener un mismo sentir en Cristo Jesús! ¡Amén!

 

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