¿Qué creemos?

 

Oficialmente, la posición doctrinal histórica del luteranismo se sistematiza en el Libro de Concordia que reúne los tres credos ecuménicos de la Iglesia (credo apostólico, credo niceno, credo atanasio), la Confesión de Augsburgo (1530) y su Apología (1531), los Artículos de Esmalcalda (1537), el Tratado sobre el poder y la primacía del Papa (1537), los catecismos Mayor y Menor de Lutero (1529) y la Fórmula de Concordia (1577).

Nuestra fe puede resumirse en 5 pilares que llamamos Las 5 solas. El primer pilar de la doctrina luterana es siempre la justificación por la sola gracia mediante la fe en Jesucristo: no es el mérito que cosechemos ni obras que hagamos lo que nos hace just@s ante Dios sino solamente la gracia de Dios que por la fe nos justifica. 

Sola gratia y Sola fides son las frases que usamos para resumir esta enseñanza, y son además los dos primeros pilares de nuestra doctrina. Lutero decía en su Tratado sobre la Libertad Cristiana que las buenas obras son fruto de la fe, y no al revés, él mismo explica que las obras buenas no hacen buenos a los hombres sino que los hombres buenos hacen obras buenas. Un árbol bueno da frutos buenos, decía Lutero, no son los frutos los que hacen bueno al árbol sino al contrario.

Estas buenas obras son también fruto del Espíritu Santo. El creyente es simul iustus et peccator (pecador y justificado a la vez), lucha contra el mal y procura hacer el bien. Su vida espiritual es alimentada y fortalecida por los medios de la gracia: el bautismo, la Santa Cena, y la Palabra de Dios.

El tercer pilar es la Palabra de Dios o Sola Scriptura, solo las Escrituras son nuestra fuente doctrinal y la autoridad última a quien se remite nuestro pensamiento teológico. Para los luteranos las Sagradas Escrituras señalan siempre a Cristo, Lutero encontró que Cristo mismo debía ser el centro de la hermenéutica bíblica. La autoridad de la Biblia no depende sus autores, sus profecías o su apostolado sino del contenido que hay en ella: el mensaje liberador de Cristo. Así, las Sagradas Escrituras conducen al conocimiento de Cristo, y además instruyen a l@s creyentes, consuelan, refutan los errores y conducen a la sabiduría. El Espíritu Santo llama a los corazones mediante la Palabra de Dios, los ilumina, los instruye, los santifica y los congrega en su Iglesia.

El cuarto pilar es Solus Christus, solo Cristo salva. Cristo es la cabeza de la Iglesia, solo en Él encontramos nuestra liberación y solo por medio de Él acudimos al Padre sin que sea necesario otro mediador ni intercesor. La fe luterana es fuertemente cristocéntrica y hace énfasis sobre todo en la cruz de Cristo: para Lutero no podía existir teología sin cruz, ella es el punto de inflexión, Dios no está sobre la cruz juzgando y condenando sino que está en la cruz perdonando y reconciliando, la cruz es la muestra cumbre del amor del Dios que perdona y redime, y el crucificado es la muestra de que Dios asume la miseria humana para liberarnos. Nuestra fe no acaba con la cruz como algo mórbido, después de la cruz viene la resurrección: Dios está por encima de toda injusticia humana, de todo pecado, solo Él tiene la última palabra en nuestra historia de salvación.

La Sola Crux o Teología de la Cruz de Lutero ha influido a los teólogos del siglo XX que buscaban encontrar una explicación al silencio de Dios ante el sufrimiento. Desde Bonhoeffer (El Precio de la Gracia) y Moltmann (El Dios crucificado) hasta la obra La «Teología del dolor de Dios» del teólogo japonés Kazoh Kitamori, todos han encontrado en la Sola Crux un Dios que reconcilia y acoge al mundo sufriente.

El quinto pilar es Soli Deo Gloria, todo para la gloria de Dios. Nuestra vida, nuestro culto, nuestras acciones no son para autosatisfacernos sino para la gloria de Dios. Ireneo de Lyon decía que la gloria de Dios es que el hombre viva en plenitud (Gloria Dei homo vivens), la vida en plenitud no es vivir en la abundancia económica, ser millonarios a costa del dios/mercado sino ser libres en Cristo y fomentar la vida allí donde estemos, vida que es: alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo… (Mt 25:34-35). En el hombre y la mujer libres de cuanto les ata y oprime (religiosa, social, cultural, política y económicamente) es que reside la Gloria de Dios.