CARTA PASTORAL: TIEMPO DE CUARESMA
Queridos amigos y amigas,
Empezamos la Cuaresma, una estación muy especial en la vida de cada persona de fe que sabe usar el calendario litúrgico como una herramienta pedagógica para el crecimiento de su fe y espiritualidad. Es un tiempo de oración y ayuno, actividades que son muchas veces mal entendidas y cada vez menos populares en el mundo que nos rodea. Vivimos inmersos en un sistema que nos utiliza más y más a su antojo, maquillando sus tentáculos de bienestar y felicidad, pero que no es más que consumismo puro y esclavizante.
Durante estos cuarenta días de aquí hasta la Semana Santa, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre el sentido y el propósito de nuestra vida, sobre nuestra nutrición tanto material como espiritual, y tomar conciencia de todos aquellos hábitos que consciente o inconscientemente hemos permitido se instalen en nosotros, y que han llegado a dominarnos hasta convertirnos en sus esclavos.
Una de las primeras cosas que la vida agitada nos roba es la oportunidad de orar. La oración es la comunicación directa y positiva que demos tener con Dios. Orar es hablar con alguien. Cada vez que nos encontramos con un amigo conversamos con él/ella, y no necesitamos un horario especial ni una postura convencional. Una verdadera oración se da en la conciencia y el reconocimiento de que Dios está con nosotros cada instante de nuestra vida: en la casa, en el trabajo, mientras viajamos, hasta cuando nos bañamos y dormimos. La vida misma en cada minuto de nuestra existencia es una oportunidad de orar. Cuaresma nos recuerda que debemos recuperar la oración como un hábito fundamental para el crecimiento en la fe y el fortalecimiento de nuestra espiritualidad.
El ayuno, como una herramienta de crecimiento espiritual y mental, no es una huelga de hambre. La mayoría de religiones entienden muy bien esto. Nuestra primera necesidad en la vida es el alimento saludable y balanceado. Pero nuestro paladar es nuestro peor enemigo. El azúcar y la sal, por ejemplo, son los peores venenos que nuestro paladar nos obliga a consumir; súmense a estos otras cosas innecesarias que comemos muchas veces compulsivamente y que terminan por dañar nuestro organismo.En este sentido el ayuno no sirve para manipular la voluntad de Dios, sino para disciplinarnos a nosotros mismo. Dios nos ha diseñado para tener una mente sana en un cuerpo sano.
Pero hay otra cosa muy importante que la Cuaresma nos recuerda y nos invita a practicar. Existimos para vivir en comunidad y sirviendo. Vivir en comunidad no es fácil, porque los seres humanos somos de por sí muy complicados; pero si no buscamos vivir en armonía, que no siempre es fácil, dañamos en primer lugar a nosotros mismos y a los que pertenecen a nuestra comunidad. Y muy ligado a esto está el servicio. “Si no vives para servir, no sirves para vivir” dijo la Madre Teresa. Yo entiendo esta frase en el mismo sentido en que entiendo “Amar es sufrir, pero si no quieres amar, para qué quieres vivir”. Vivir una vida plena y con propósito es amar y Servir.
El Padre/Madre Divin@ nos dé una cuaresma muy provechosa.
Pastor. Pablo B. Espinoza.