Segundo Domingo de Cuaresma
Sermón del segundo domingo de Cuaresma
Lecturas: Gn 17, 1-16 / Salmo 22 / Rom 4, 13-25
Mc 8, 31-38
Definitivamente, y aunque a l@s cristin@s no les guste oír esto, Cristo no vino a fundar una religión. Cristo vino a rescatar la revelación de Dios, deformada por los líderes del judaísmo en una religión más; en una religión étnica. La antropología nos confirma que cada cultura desde la Prehistoria tenía su propia religión, que entre otras cosas servía para cohesionar a un pueblo, que entonces estaba formado por toda una raza. Por eso, en las guerras, uno de los objetivos del enemigo era la destrucción de los templos de los vencidos, y de profanación de sus dioses.
Los judíos hicieron estas mismas cosas a los pueblos que vencían en sus guerras. Por esto fue necesaria la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo. La primera parte del evangelio de hoy lo confirma cuando dice, “El Hijo del Hombre [Jesús] debía padecer muchas cosas, y ser rechazado por los ancianos [ciudadanos notables], los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto”.
Lastimosamente, la misma suerte está corriendo el cristianismo, especialmente en los dos últimos siglos. Las enseñanzas y el ejemplo de vida de Cristo han sido domesticadas por teologías y exégesis monocromáticas, que no quieren mirar la realidad humana, más allá de las páginas de la Biblia; y no quieren dar crédito a los avances de las ciencias, y piensan que Dios nunca ha hablado más allá de los profetas bíblicos.
Nuevamente tengo que hacer la siguiente aclaración: como cristiano la Biblia es para mí el primer referente de la revelación de Dios a la humanidad. Pero, como ser pensante, y libre para procesar mi pensamiento, hoy por hoy, no puedo ni debo entender la Biblia solo con la Biblia. Dios, su eternidad, su poder, su excelsitud, su diálogo con la humanidad, rebasan las páginas de este libro. Y al decir esto, no profano el valor de la Biblia, sino que exalto la excelencia y la magnificencia de Dios.
El mensaje de Dios nunca pretendió ser para una sola etnia, sino para toda la humanidad. Cristo no pretendió que su mensaje sirviera para uniformar en una religión a toda la humanidad, razón ridícula por la que siguen habiendo hoy guerras religiosas en el mundo. Cristo nos mostró un camino diferente, con amor, comprensión, concordia, inclusión; todo esto en el marco de una vida sacrificial en bien de la justicia y de la paz.
Hubo grandes persecuciones que pretendían borrar el nombre de Cristo y de su mensaje peligroso y desafiante para el sistema mundano, que gira en torno al dinero, y a la acumulación de riquezas. Después de las terribles persecuciones de los emperadores romanos en las que los y las seguidoras de Cristo eran fieramente perseguidos, cruelmente asesinados, humillantemente violadas y sus cuerpos dados en espectáculo a las fieras en los circos romanos.
Tal vez éstas fueron las épocas de la historia en las que como nunca antes, ni después las palabras de Cristo cobraron su dimensión exacta cuando dijo: “Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.”
Después de que el emperador Constantino decretara el cese de la persecución a los cristianos y el estableció el cristianismo como la religión oficial del Imperio, empezó en el cristianismo una loca carrera de poder, perdió el rumbo hacia el propósito esencial del mensaje de Jesús de Nazaret, los perseguidos se convirtieron en perseguidores, cometiendo las mismas y hasta peores atrocidades que los que antes los perseguían.
Hoy, hay miles de denominaciones cristianas en el mundo. Han hecho pedazos las enseñanzas de Cristo. Pareciera que Dios no le oyó a su Hijo cuando oró pidiendo que todos sus seguidores fueran uno, de la misma manera que Cristo y su Padre son uno. Han tergiversado esa unidad pretendiendo uniformar a todos bajo su propia “verdad” extraída como “legítima interpretación” de la Biblia. Hay de todo, menos lucha con amor por la justicia.
No es fácil seguir al Cristo de los evangelios. 2mil millones de cristianos y cristianos en el mundo, diseminados en dicen que más de 30mil denominaciones, no tienen entre sus valores de vida el amor que predica Cristo y mucho menos su justicia.
Nuestro evangelio de hoy nos dice que Cristo les anunció a sus discípulos que Él tendría que sufrir mucho en manos de los notables del pueblo, de la élite de sacerdotes y de los eruditos de la Biblia. Que interesante, ¿verdad? Pedro se atrevió a reprender al Señor para que eso no le sucediera. Jesús lo reprendió fuertemente a Pedro diciendo¸“¡Quítate de delante de Mí, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres.”
Yo veo en estas palabras una denuncia contra la iglesia de hoy que ha puesto delante de Cristo los intereses personales y denominacionales, antes que su deber de luchar por la verdadera causa de Cristo. Para cumplir con éxito su propósito, Cristo tenía que pasar por la Cruz. Pasar por la cruz para Él significó la peor muerte que humano alguno puede imaginar.
No hay otra forma de seguir a Jesús si Él no va delante de nosotros. Nuestra cruz no es simplemente los problemas cotidianos de la vida, nuestra cruz es ese camino que tomamos voluntariamente de servir al prójimo, sea cual sea el costo. Teresa de Calcuta lo pone de esta manera: “Nuestra tarea consiste en animar a los cristianos y no cristianos a realizar obras de amor. Y cada obra de amor, hecha de todo corazón, acerca a las personas a Dios.
Si Cristo y la Cruz van delante de nosotros, cada día nos preguntaremos, ¿cómo viviré este día y cómo daré testimonio de mi fe? En nuestro intento de vivir vidas de auténticos seguidores de Jesús oiremos las voces mundanas que nos dice “Tanto tienes, tanto vales”, o la voz de Cristo que nos pregunta, ¿Cómo usarás lo que posees? ¿Será todo, absolutamente todo para ti y solo para ti, lo compartirás con tu prójimo?
Dietrich Bonhoeffer nos recuerda que “La iglesia sólo es iglesia cuando existe para los demás. Para empezar, debe dar a los indigentes todo cuanto posee. (…) La iglesia ha de colaborar en las tareas profanas de la vida social humana, no dominando, sino ayudando y sirviendo. Ha de manifestar a los hombres de todas las profesiones lo que es una vida con
Cristo, lo que significa «ser para los demás».
La iglesia soy yo, somos nosotr@s. Entonces debemos preguntarnos para quien existimos. ¿Para quién existo? Y eso nos dará la respuesta de quien va delante de nosotros.
Si nos llamamos cristianos pero no tenemos a Cristo delante, como maestro y guía de nuestra vida y propósito caminamos erráticamente en un mundo egoísta, consumista, sumamente individualista. Pero si Cristo va delante de nosotros, entonces nuestra vida será de entrega, servicio, compasión, misericordia, bondad. Entonces, sabremos que la cruz va delante de nosotros como guía del sentido de nuestra vida. Amén.