12° Domingo después de Pentecostés

 

«Cuida de no murmurar»

 

Oración del día (litúrgica): Padre Bueno, tú estás siempre más disponible a escucharnos que nosotros a orar; siempre estás presto a darnos más de lo que nos atrevemos a pedir o merecemos. Derrama en nosotros tu abundante misericordia, perdonándonos aquellas cosas que infunden temor en nuestras consciencias y dándonos aquellas cosas que no somos dignos de pedir, salvo por los méritos de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor.

 

+ Lecturas del Culto: 1Re 19: 4-8; Salmo 34: 1-8;

Efesios 4: 45 – 5: 2.

 

+ Evangelio de Juan, 6: 35. 41-51

En aquel tiempo, Jesús dijo:
—Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed.

Los judíos murmuraban porque había dicho que era el pan bajado del cielo; y decían:
—¿No es éste Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que ha bajado del cielo?

Jesús les dijo:
—No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré el último día. Los profetas han escrito que todos serán discípulos de Dios. Quien escucha al Padre y aprende vendrá a mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino el que está junto al Padre; ése ha visto al Padre. Les aseguro que quien cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron. Éste es el pan que baja del cielo, para que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne.

 

+ Reflexión: 

En todas las congregaciones e iglesias ocurre que haya personas cerradas de mente, pero también las hay cerradas de corazón. Esta clase de personas parecen haber resuelto personalmente no abrirse a la novedad del Evangelio, Buena Noticia, se enfrascan en el anhelo nostálgico del pasado que consideran perfecto, encuentran defectos hasta en los intentos más honestos de sus hermanos y pastores por conducir a la comunidad hacia la Gracia, y sobre todo manifiestan su constante inconformidad murmurando.

En el Evangelio de hoy Jesús afirma que Él es el pan de vida, capaz de saciar el hambre y la sed de Dios que tienen los hombres y mujeres de todos los tiempos. A pesar de eso, los judíos al oírle murmuran. El evangelio de Juan ha querido utilizar esta palabra, «murmuran«, quizá para recordarnos al pueblo hebreo en el desierto que murmura contra Moisés y contra Dios (Ex 16: 2-3; Núm 20: 2-11) renegando en el camino de las obras que Dios hace en sus vidas, y más tarde renegando incluso del pan que Dios había bajado del cielo para alimentarlos (Núm 11: 1. 4-6). Ahora Jesús se presenta como el auténtico Pan de Vida, superior al pan del desierto (Jn 6: 48-49), y ellos murmuran obstinadamente en su contra (Sal 41: 7) resistiéndose a aceptar su Palabra, aferrados a sus prejuicios: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que ha bajado del cielo?» (Jn 6:42).

El reto de Jesús para nosotros es este: «No  murmuren entre ustedes» (Jn 6:43). No murmuremos entre nosotros, pero tampoco murmuremos en nuestro interior (Mt 12:34), en el corazón, el lugar donde nacen los afectos humanos y se define lo que nos aparta o nos acerca a Dios (Mc 7: 20-22). Cuidar el corazón y los pensamientos de la obstinación, del prejuicio hacia los demás hermanos y hermanas, y sobre todo no murmuremos de las bendiciones de Dios entre nosotros, en nuestras vidas y las de nuestro prójimo.

Si Jesús es nuestro Pan de Vida, no seamos renuentes a alimentarnos de Él, de su Palabra cada día, de la convivencia fraterna cada domingo; intentemos hacer vida del pan que recibimos. Solo abriendo las cerraduras de nuestra mente y corazón, alimentados de su Pan, seremos tierra fértil para la obra de su Gracia en nuestras vidas.

 

+ Para pensar durante la semana:

  • «Examínese pues, cada cual, y coma así el pan y beba el cáliz…» (1Co 11:28) Antes de alimentarme del Pan de Vida, sea en la lectura diaria de la Palabra o en la comunión dominical, ¿Realizo el sano ejercicio de examinar mi corazón? ¿Presento al Padre Bueno mis dudas, mis ambigüedades y faltas? ¿Me creo el examinador o examinadora de los demás?
  • «No murmuren unos de otros… ¿Quién eres para murmurar de tu prójimo?» (Sant 4: 11-12)
  • «Todos serán discípulos de Dios. Quien escucha al Padre y aprende vendrá a mí…» (Jn 6:45) ¿Me estoy dejando guiar por la pedagogía de Dios? Dios me enseña de muchas formas cada día, a través de personas y situaciones, ¿Reconozco sus enseñanzas? ¿Pido su Espíritu para discernir y aprender?

 

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