DOMINGO DE LA TRINIDAD: El credo de Atanasio

 

 

  En el Libro de Concordia, el compendio oficial de la doctrina teológica luterana, figuran tres credos: El credo de los apóstoles, el credo Niceno-constantinopolitano, y el credo de Atanasio tradicionalmente llamado «Quicumque» (El que quiera).

En sentido práctico, este credo casi nunca se recita en la liturgia sino el domingo de la Trinidad, muy esporádicamente; de hecho, es uno de los textos fundamentales de la teología cristiana más desconocidos y olvidados.

El apelativo «Credo de Atanasio» se añadió posteriormente para relacionarlo con el obispo Atanasio de Alejandria quien fue uno de los mayores defensores del dogma trinitario en el siglo IV frente a las herejías de la época que negaban la divinidad de las tres personas.

A diferencia del credo apostólico y el niceno, este credo se centra la teología trinitaria de la Iglesia y repasa brevemente el tema de la divinidad de Cristo. En la actualidad, aparte del catolicismo romano, este credo también es confesado por el luteranismo, la iglesia anglicana, la iglesia episcopal y la metodista, formando parte de sus documentos teológicos históricos.

 

CREDO ATANASIO o «QUICUMQUE VULT SALVUS»

 

Quien quiera ser salvo debe sobre todo asirse de la fe universal.

Quien no la observe en su totalidad y sin violarla, sin duda perecerá por la eternidad.

Ahora bien, esta es la fe universal: Adoramos un Dios en Trinidad y la Trinidad en unidad, sin confundir las personas ni dividir el ser divino.

Porque el Padre es una persona, el Hijo otra, y el Espíritu es también otra.

Pero la deidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo es una, igual en gloria, coeterna en majestad. Lo que es el Padre, es el Hijo y también lo es el Espíritu Santo.

El Padre es increado; el Hijo es increado; el Espíritu es increado. El Padre es infinito; el Hijo es infinito; el Espíritu Santo es infinito.

El Padre es eterno; el Hijo es eterno; el Espíritu es eterno: Y sin embargo, no hay tres seres eternos, pero uno que es eterno; así como no hay tres seres increados e ilimitados, sino uno que es increado e ilimitado.

El Padre es todopoderoso; el Hijo es todopoderoso; el Espíritu es todopoderoso:Y sin embargo, no hay tres seres todopoderosos sino uno que es todopoderoso.

Así, el Padre es Dios; el Hijo es Dios; el Espíritu Santo es Dios: Y sin embargo no hay tres dioses sino un Dios.

Así el Padre es Señor; el Hijo es Señor; el Espíritu Santo es Señor: Y sin embargo no hay tres señores, sino un Señor.

Como la verdad Cristiana nos compele a reconocer cada persona en particular como Dios y Señor, así la religión universal nos prohíbe decir que hay tres dioses o señores.

El Padre no fue hecho, creado o engendrado; el Hijo tampoco fue hecho o creado, pero sí fue engendrado por el Padre; el Espíritu tampoco fue hecho o creado, pero procede del Padre y del Hijo.

Así, hay un Padre, no tres padres; un Hijo, no tres hijos; un Espíritu Santo, no tres espíritus.

Y en esta Trinidad, ninguno es antes o después, mayor o menor que el otro; sino que las tres personas son, en sí mismas, coeternas y coiguales; y por ello debemos adorar la Trinidad en unidad y al único Dios en tres personas.

Así es como debe pensar acerca de la Trinidad quien quiera ser salvo.

Es necesario para la salvación eterna que la persona también crea fielmente que nuestro Señor Jesucristo se hizo carne.

Porque esta es la verdadera fe que creemos y confesamos: Que nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, es Dios y hombre.

El es Dios, engendrado antes de todos los mundos del ser del Padre, y él es hombre, nacido en el mundo del ser de su madre –existe plenamente como Dios, y plenamente como hombre, con un alma racional y un cuerpo humano; igual al Padre en divinidad, subordinado al Padre en humanidad.

Aunque él es Dios y hombre, no está dividido, sino que es un Cristo.

El está unido porque Dios ha tomado en sí mismo la humanidad; no ha transformado la divinidad en humanidad.

El es completamente uno en la unidad de su persona, sin confusión de sus naturalezas. Pues así como el alma racional y el cuerpo son una persona, así el Cristo es Dios y hombre.

El sufrió la muerte por nuestra salvación. El descendió al infierno y se levantó de nuevo de la muerte.

El ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre. El vendrá de nuevo a juzgar a los vivos y a los muertos.

En su venida, toda la gente se levantará corporalmente para dar cuentas de sus obras.

Los que han hecho el bien, entrarán a la vida eterna, los que han hecho el mal, entrarán al fuego eterno.

Esta es la fe universal. Uno no puede ser salvo sin creer en esto con firmeza y fidelidad.

Amén.

 

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