Para nosotr@s l@s luteran@s son tres los medios de la gracia: Bautismo, Santa Cena y Palabra de Dios. La Santa Cena recibe de por sí muchos nombres: Eucaristía (acción de gracias), Culto (porque es un servicio de adoración), Santa Cena (memorial de la Cena de Cristo), Divina Liturgia, etc.
Cada domingo nos reunimos como comunidad para celebrar la misa o culto cristiano. El desarrollo de la liturgia tiene un orden: himnos, lecturas bíblicas, salmos, predicación, ofertorio, confesión y perdón, plegarias, consagración de los elementos del pan y el vino, comunión, bendición. El desarrollo de una liturgia heredada de la Iglesia Católica (universal) y reformada para devolverle su sabor original es algo que compartimos con las demás iglesias protestantes históricas y que nos entronca con la historia misma del cristianismo que ha celebrado durante siglos y según las culturas y circunstancias una liturgia eucarística.
Quizá a algun@s este orden puede incomodarles por parecerles muy parecido a la misa católica, la realidad es que ni Lutero ni los reformadores pensaban eliminar la misa sino restaurarla a su sentido original: Escuchar la Palabra, alabar a Dios, comunión con Cristo y con l@s herman@s.
En la Confesión de Augsburgo (1530) los reformadores indican en el artículo X.: Respecto a la cena del Señor se enseña que el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Cristo están realmente presentes en la cena bajo las especies de pan y vino, y que se distribuyen y se reciben allí. Por lo tanto, rechazamos la enseñanza contraria.
En su Catecismo Menor (1529) Lutero enseñaba lo siguiente:
¿Qué es el sacramento del altar?
Es el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo bajo el pan y el vino, instituido por Cristo mismo para que los cristianos lo comamos y bebamos.
¿Dónde está escrito esto?
Así escriben los santos evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, y también San Pablo: Nuestro Señor Jesucristo, la noche en que fue entregado, tomó el pan, y habiendo dado gracias lo partió y dio a sus discípulos diciendo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de mí. Así mismo tomó también la copa, después de haber cenado, y habiendo dado gracias, la dio a ellos diciendo: Tomad, y bebed de ella todos; esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros para remisión de los pecados. Haced esto, todas las veces que bebiereis, en memoria de mí. 1 Cor 11: 23-25
¿Qué beneficios confiere el comer y el beber así?
Los beneficios lo indican las palabras «por vosotros es dado» y «por vosotros es derramada para perdón de los pecados«. Es decir, que por estas palabras se nos da en el sacramento perdón de pecados, vida y salvación; porque donde hay perdón de pecados también hay vida y salvación.
¿Cómo puede el comer y el beber obrar algo tan grande?
Ciertamente el comer y el beber no es lo que la hace, sino las palabras que están escritas: «por vosotros es dado» y «por vosotros es derramada para perdón de los pecados«. Estas palabras son, junto con el comer y el beber corporal, lo principal del sacramento. Y el que cree dichas palabras, recibe lo que ellas dicen y expresan, esto es: el perdón de los pecados.
¿Quién recibe este sacramento dignamente?
El ayunar y prepararse corporalmente es, por cierto, una buena disciplina externa; pero verdaderamente digno y bien preparado es aquel que tiene fe en las palabras «por vosotros es dado» y «por vosotros es derramada para perdón de los pecados«. Mas el que no cree estas palabras o duda de ellas, no es digno, ni está preparado; porque las palabras «por vosotros» exigen corazones enteramente creyentes.