20° DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Aunque sea un vaso de agua…
+ Evangelio: Marcos 9, 38-50.
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús:
—Maestro, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no nos sigue.
Jesús respondió:
—No se lo impidan. Aquel que haga un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. Quien no está contra nosotros, está a nuestro favor.
Quien les dé a beber aunque sea un vaso de agua en atención a que ustedes pertenecen al Mesías les aseguro que no quedará sin recompensa.
Si alguien escandaliza a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le atasen una piedra de molino en el cuello y lo arrojaran al mar.
Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida que con las dos manos ir a parar al infierno, al fuego inextinguible. Donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida que con los dos pies ser arrojado al infierno. Donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Si tu ojo es para ti ocasión de pecado, sácatelo. Más te vale entrar con un solo ojo en el reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados al fuego.
La sal es buena; pero si la sal pierde el sabor, ¿con qué la sazonarán? Ustedes tengan sal y estén en paz con los demás.
+ Reflexión:
Este domingo Jesús nos habla sobre la solidaridad. Pero nos enseña que la auténtica solidaridad no está casada con la acepción de personas, ni el elitismo eclesial/social, ni mucho menos con esa clase de egoísmos de que no estamos dispuestos a desprendernos.
Al inicio, Juan se adelanta a expresar a Jesús su preocupación: han encontrado a alguien que expulsaba demonios en el nombre de Jesús y, no solo no era del grupo de los doce, sino que hasta intentaron impedirlo. Quizá la Gracia de Dios estaba obrando por medio de algún creyente anónimo expulsando demonios, es decir, liberando a otros de sus opresiones, era alguien que no pertenecía al selecto grupo de los doce pero aún así ¡Dios estaba liberando a otros por medio de él!, el apremio de Juan en contarlo a Jesús, y la urgencia en dejar claro qué resolución tomaron (impedírselo) nos habla de los celos que pudieron haber sentido de que un extraño, uno de afuera, tuviera la osadía de liberar endemoniados, celos que se mezclarían con cierta frustración instantánea: ellos mismos no habían sido capaces de liberar a un niño epiléptico a causa de su poca fe, y Jesús los había reprendido (Mc 9, 14-29). Se sentían molestos y trabaron el ministerio de un creyente anónimo justificando su acción con un enfático: «No es uno de nosotros». No actuaron con solidaridad.
Esta actitud hizo que Jesús les impartiera importantes lecciones que deben hacernos abrir los ojos en nuestra vida de fe:
- «El que no está contra nosotros, está por nosotros». Esta primera lección nos previene del elitismo y el sectarismo dentro de nuestras comunidades eclesiales, y aún en nuestra vida cotidiana; No podemos ver a los demás como siempre actuando «contra nosotros», mucho menos cuando constatamos que su labor es un bien. No podemos criticar ásperamente a personas que hacen el bien, ni trabar su ministerio, o entorpecer el desempeño de un compañero de trabajo en la oficina, o enturbiar a alguien que tiene buenas iniciativas porque nos sentimos celosos, envidiosos o frustrados. Evitemos levantar críticas y chismes contra otras iglesias, compañeros de trabajo y vecinos para infra-valorarlos. Este versículo nos habla de no discriminar ni entorpecer a nadie. «Quien no está contra nosotros, está por nosotros«.
- «Todo aquel que les dé de beber». Este es el corazón del evangelio de hoy, debemos orar y pedir un espíritu de solidaridad con los demás. San Agustín decía que el precio del Reino de los Cielos es un vaso de agua, con ello quería decir que no tendremos excusas para no haber sido solidarios con los demás, recordemos bien Mt 25, 34-40. Nuestra solidaridad no debe verse afectada por nuestros celos y envidias, ni por nuestra comodidad. No se trata de dar las sobras para calmarnos la conciencia sino dar con el corazón hasta dar el corazón mismo por Caridad. ¡Saciar la sen del prójimo!. Este versículo nos habla de no negar ayuda a nadie. «Aunque sea un vaso de agua«.
- «Si tu mano, tu pie, tu ojo te hacen pecar ¡Córtalos!». Sencillamente debemos arrancar de nosotros y tirar lejos aquello que de nosotros mismos nos hace daño, lo que nos tiene cómodos pero nos resta en aptitudes para el discipulado. Hemos acumulado tantas actitudes negativas, tanto rencor, tantos malos hábitos, y pensamos acceder al Reino con la rémora de nuestro egoísmo adherida a nosotros ¡Imposible!. Por eso hemos de luchar cada día pidiendo la Gracia de extirpar aquello que nos impide tener una conciencia limpia (ojos), un obrar honesto (manos) y un caminar recto (pies) por los senderos del discipulado (ver: 1 Juan 2, 15-16). Este versículo nos previene sobre nosotros mismos; los demás no son el obstáculo sino nuestro propio apego a nuestro egoísmo. «Si tu ojo te hace caer ¡Sácatelo!».
Para poder «dar de beber» al prójimo necesariamente hemos de tener una conciencia limpia, unas nobles intenciones y estar caminando un camino de rectitud personal.
Finalmente Jesús cierra su enseñanza aludiendo a la sal. En Mt 5,13 Jesús nos ha enseñado que somos la sal de la Tierra, aquí no solo nos recuerda que la sal sin sabor es inútil, sino que añade que «todos serán salados al fuego» recordándonos los sacrificios del Antiguo Testamento que debían ser sazonados con sal (Lev 2,13), como una metáfora de que nuestras vidas (solidarias, honestas, plenas) son ofrendas vivas agradables al Padre (Rom 12,1).
Ser sal implica ser quienes conservemos en el mundo lo bueno que hay en las personas y aún lo aumentemos, como la sal potencia el sabor de los alimentos. Ser sal es conservarnos a nosotros y a otros de la corrupción (moral, social, política, religiosa…), ser signos vivos. La sal no solo conserva sino que tiene tradición de purificar (Ez 16,4) y es símbolo de lo imperecedero (Núm 18,19), de la misma manera nosotros hemos de ayudar a purificar nuestro mundo de lo caduco y corrupto y mantener lo imperecedero: la Buena Noticia, la solidaridad, el amor…
Seamos solidarios con todos, sin discriminar mi obstaculizar a los de afuera, sin permitir que nuestro ojo, nuestra mano ni nuestro pie nos impida tener una conciencia limpia, una mano disponible y unos pies dispuestos a socorrer a otros. Seamos ofrendas saladas, seamos sabor en nuestras comunidades, en el hogar y en el trabajo, y seamos abiertos a tender una mano a todos, con corazón disponible, sin recelos ni envidias. ¡Calmemos la sed de nuestro prójimo! ¡Esta es nuestra tarea para esta semana!
¡Dios nos bendiga!