Sermón del Domingo: «Sordera espiritual» – Mc 7: 24-37

 

 

Hay una película nueva, más bien un documental sobre el papa Francisco, que ya la dieron en Lima: El papa Francisco: Un hombre de palabra,  en la  cual él también habla por ratos. Esta película empieza con sus palabras siguientes: “Este mundo sufre de sordera.” Cuando escogió el nombre de Francisco cuando lo eligieron como papa, este fue un programa y este programa cayó como una bomba en el vaticano y en muchas partes de la Iglesia Católica en el mundo. Su programa es una iglesia pobre para los pobres. Este es su sueño. Este fue el sueño de Francisco de Asís. Este fue la visión de Puebla y Medellín después del segundo concilio vaticano. El programa de la teología de la liberación: llegar a los marginados, excluidos. El 22 de diciembre de 2014, un año después de ser elegido papa, Francisco declara la guerra a la curia en Roma. Frente a los cardenales, mirándolos, los declara enfermos de 15 enfermedades: soberbia, burocracia, Alzheimer espiritual, afanosos, falta de contacto con la realidad, chismosos, egoístas, ambiciosos. Fue como cuando Jesús les decía a los fariseos “¡Hipócritas!” Y como Jesús mismo dijo según Marcos 7, 21-23 (que escucharon el domingo pasado y que empalma con nuestro texto de hoy: “Porque del interior de la gente, o sea de la mente, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, el robo, el asesinato, el adulterio, la codicia, la maldad, el engaño, el desenfreno, la envidia, los insultos, la arrogancia y la necedad.”  Y este discurso fue difundido por televisión en vivo, – y también forma parte de esta película. Se ve las caras de los cardinales, sorprendidos, en shock, petrificadas, paralizados.

Ya en Argentina, cuando el obispo  Jorge Mario Bergoglio  se enteró que la iglesia prohibía bautizar a los hijos de madres solteras, se había enojado y ordenó a sus pastores bautizarlos a todos.

¿Por qué cuento esto? ¿Qué tiene que ver con el evangelio de hoy? Jesús está en la frontera de Israel, en el norte. Y viene una mujer del otro lado de la frontera y le pide que sane a su hija. Parece que Jesús la trata con mucha dureza. Parece que la excluye y no quiere atenderla. Pero la compasión y la misericordia en él son más fuertes.

 

La Iglesia, que debería ser la seguidora de Jesús, no siempre demuestra la misma misericordia y compasión, – al contrario: excluye, margina, no ve a todos igual, pobres y ricos, no escucha a los clamores del pueblo, es sorda. Dice: éstos sí, y éstos no. Decide sobre la mesa del Señor como si fuera propiedad de ellos. Y no solamente los católicos. Muchos impiden el acceso directo de la persona a Dios. Castigan y no confortan.

Y ¿nosotros? ¿Cómo nos comportamos nosotros en nuestra congregación? ¿Nos sentimos cómodos con los que estamos? ¿Cómo tratamos a los que no son como nosotros? ¿Qué quizás ni siquiera nos son simpáticos? ¿Somos capaces de ver y escuchar la necesidad del otro? ¿O somos sordos también?

¿Por qué Jesús rechaza primero a la mujer siro fenicia?  El mismo da una explicación. Dice que tiene una tarea muy definida para su pueblo, todavía no para todo el mundo.  Pero la confianza de la mujer en él y la compasión de él ganan.

Cada uno de nosotros también tiene una o varias tareas en este mundo durante nuestras vidas. No debemos dispersar o disipar nuestras fuerzas en miles de cosas. Debemos reconocer las prioridades. Y esto es una tarea diaria, porque desde que despertamos nos esperan muchas tareas, importantes, menos importantes, nada importantes. Si tienen un vaso y tienen que poner en este piedras grandes, piedras chicas y arena, ¿en qué orden van a ponerlas? Si ponen primero la arena, el resto no entrará. Pero si ponen primero las grandes, después las chicas, al final la arena se reparten  entre los huecos.

Esto no es solamente importante para nuestras vidas personales, sino también para la iglesia, también para nuestra pequeña congregación. ¿Cuáles son nuestras prioridades en este momento? ¡No esperemos que venga alguien que nos diga que somos soberbios y no acogemos con amor a los que tanto necesitan un oído, una mano amiga, una sonrisa! Es mucho más importante saber escuchar que saber hablar. “El mundo sufre de sordera.” Jesús sana en el evangelio de hoy a un sordo. Un sordo vive aislado, no participa en muchas cosas. En las reuniones, donde todos hablan, él se siente un extraño al que nadie le hace caso. A veces me pregunto qué es peor: ser sordo o ser ciego. Jesús sana a los dos. Él no quiere que seamos ni ciegos ni sordos. No solamente por nosotros mismos, sino también por nuestros prójimos. Debemos ver al otro en toda su necesidad y escuchar sus angustias, sus problemas. Jesús vio a la mujer siro-fenicia, la escuchó y tuvo compasión. Dios pone en nuestros caminos, en nuestras vidas, en nuestro trabajo, en nuestra congregación a las personas que necesitan ser vistas y escuchadas. Cuántas veces nos hacemos una imagen de una persona sin conocerla, sin haberla escuchado jamás. Juzgamos por las apariencias. Todos lo hacemos, no nos engañemos a nosotros mismos. Y cuántas veces tratamos a las personas según su estatus social. Santiago nos pone el espejo en el cual podemos vernos. Repito parte de la lectura de hoy: “Hermanos míos, ya que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no se consideren mejores que los demás. Supongan que dos hombres entran a su reunión: uno con anillo de oro y muy bien vestido, el otro muy pobre y con la ropa toda sucia. Y supongan que ustedes dan especial atención al que está bien vestido y le dicen: “Tome asiento, aquí hay un buen lugar” y le dicen al pobre: “Usted quédese parado  allí” o “Siéntese en el suelo”. Si actúan así se hacen jueces de los demás, y jueces injustos. ¿Acaso eso no es discriminar? Escuchen,  mis estimados hermanos: Dios eligió a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe; ellos recibirán de herencia el reino que Dios prometió a los que lo aman. Pero ustedes no han mostrado respeto por el pobre.” – Y en el salmo de hoy dice: “El Señor ama a los justos. El Señor protege a los inmigrantes, cuida a los huérfanos y a las viudas.”  Esto es evangelio para ellos. Pero Dios los quiere proteger y cuidar a través de nosotros.

Un periodista alemán que trabaja en el Vaticano y conoció y acompañó al Papa Juan Pablo II, al Papa Benedicto y ahora lo hace con el Papa Francisco (Andreas Englisch, que escribió varios libros sobre los Papas) se preguntaba, por qué el Papa Francisco declaró la guerra aquel 22.12.14 a la curia en pleno. Podía ser que estará enojado con uno u otro entre ellos, pero ¿por qué con todos? Indagó y llegó a la siguiente conclusión: Los cardenales de la curia un día (antes del papado de Francisco) tuvieron que desplazarse en un bus a algún sitio, y el chófer los condujo a través de una barriada cerca del Vaticano. Pasaron por allí, y al regresar al Vaticano protestaron que cómo era posible un sitio tan inmundo cerca del Vaticano; que habría que desalojar a esta gente a otro sitio y limpiar todo. Cuando Francisco, ya siendo papa, se enteró de este hecho, se enfureció muchísimo y dijo:” ¿Cómo? ¿No bajaron? ¿No han visto a las personas? ¿No hablaron con ellos? ¿No las escucharon? ¿Pasaron de largo?” Para él esto era insólito. Y en el himno que vamos a cantar ahora (LLC 517) dice: “…y muchos que lo ven pasan de largo”.  Dios ama a los pobres y quiere que sus hijos los amen también, que no pasemos de largo; si es que realmente somos hijos de Dios, que sigamos a Jesús; que seamos misericordiosos y compasivos como él es con nosotros.

¡Que así sea!

 

(Sermón a cargo de la hna: Sylke Llanos, miembro del Consejo Pastoral)

 

 

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