Los Trabajadores del Reino

Muy temprano en la mañana, salió un propietario a contratar obreros para su viña…  – Mt 20, 1-16

 

 

Para Dios nunca es demasiado tarde, nunca demasiado pronto; Él llama a cada quien a su hora y cada llamado es distinto aunque el fin es el mismo: la construcción del Reino.

El Reino debemos levantarlo a nuestro alrededor, no es un reino abstracto, es justicia, paz, gozo… (Rm 14,17) La viña es aquí el Reino, y los obreros somos nosotros. Quien nos llama no es el capataz sino el dueño de la viña, y Él es el más grande obrero: con sus manos ha creado cuanto existe, llamándonos a ser sus colaboradores.

A unos llama al amanecer, a otros a media mañana, en el zenit o en la tarde; unos encuentran el llamado siendo niños, otros en la adolescencia, algunos en la juventud y la adultez, y no pocos en la vejez, pero todos han sido llamados a lo mismo, para que nadie diga que se le deba pagar de más por un trabajo distinto. Todas y todos hemos recibido la misma vocación: construir el Reino; ya las herramientas pueden variar: el pastor, el administrador, el ujier, el diácono o el fiel de a pie… el fin es el mismo. Cuidado, no confundamos la herramienta con la labor, ni el medio con el fin.

A todas y todos se les paga lo mismo: el jornal es la vida eterna, esta paga es igual tanto para el que ha sido llamado de niño como al que ha llegado en la vejez, el dueño de la viña no da más vida a unos que a otros, no paga más al clérigo que al laico, porque esta vida plena con que se nos paga es indivisible, no se paga en partes, tampoco es aumentable, acá no existen los bonos y comisiones, la vida plena se basta a sí misma para satisfacer a todos.

 

Unos, los del atardecer, le dijeron: «Nadie nos ha contratado», quizá entre ellos están los que andan en la búsqueda, buscan el Reino y su justicia pero sin saberlo, nadie los contrata, en las viñas no los aceptan, es muy tarde para ellos – dicen – es muy tarde si llegas al declinar el día, son hombres y mujeres que al irse extinguiendo la luz buscan a tientas, y les cerramos las puertas. ¿Quiénes son los que al atardecer dicen «nadie nos acepta en su viña”? ¿Acaso no son las mujeres, impedidas de entrar a construir el Reino – seguimos creyendo que obreros solo hombres? ¿No son también los pertenecientes a otras religiones o los ateos y agnósticos de quienes no aceptamos que también pueden ayudar a construir el Reino? ¿Y los homosexuales, las lesbianas, por no decir ya los presos, los enfermos de VIH, los pobres? Ellos buscan trabajo en alguna viña (iglesia, comunidad) y a todas y todos se les cierra la puerta.

Sin sueldo no se puede vivir. Sin la oportunidad de ganar la Vida Plena ¿Qué esperanza queda?

A todos ellos llama también el dueño de la viña, el único contratista que no mira las apariencias sino que mira el corazón(1Sam 16,7) No son pocos también los llamados a trabajar en la viña cuando están ya al atardecer de su propia vida.

 

 

Hoy día los empresarios, los contratistas y dueños de negocios ¿actúan con la liberalidad del dueño de la viña? Muchas veces pagan injustamente dando un sueldo paupérrimo a los trabajadores que más lo necesitan: los jóvenes y estudiantes subutilizados, los poco instruidos explotados, los adultos mayores que aún trabajan por necesidad, los inmigrantes privados de derechos laborales básicos, etc. La situación se agrava en el caso de las mujeres trabajadoras a quienes se les paga mucho menos que a los hombres aunque realicen el mismo trabajo – con más eficiencia – y quienes sufren también el abuso de patrones sexualmente rapaces. ¿Es esta la actitud que quiere el Dueño de la viña en sus obreros? Cuántos obreros y operarios de la viña, clérigos, empresarios, contratistas, párrocos… desprecian el inmenso valor que pueden tener las manos de estas personas en la construcción de una sociedad y de una Iglesia más justa. ¿Hasta cuándo seguiremos pensando que las mujeres, los homosexuales, las minorías… no pueden ser obreros de la viña de la Iglesia ni trabajadores plenos en el ámbito secular, y continuaremos relegándolos a puestos marginales en la Iglesia y en el mundo, cerrándoles la puerta del Reino?

Si somos llamados a construir el Reino, cada cual según su modo, construyamos desde la justicia. Si el dueño de la viña da a todos colmando su necesidad (Vida Plena) sin guardarse nada avariciosamente, ¡Cuánto más nosotros debemos pagar a nuestros colaboradores!

Si quieres ser buen obrero no te ufanes de tu herramienta (seas un comerciante próspero, un alto empresario, el pastor de una iglesia o un académico) pues el dueño de la viña no te pagará por la herramienta que te dio para construir el Reino sino por el bueno uso que hagas de ella, y muy grande es además Él, que es capaz de pagarle tu salario al que trabajó en la última hora aun sin herramienta alguna.

+ Para meditar y orar este día sobre la justicia laboral leeré: Lev 19,13; Deut 24, 14-15; Stgo 5,4; Col 3, 23-24.

 

 

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