Devocional de la Semana: La barca en el mar
Devocional de la semana: La barca en el mar
Leemos con detenimiento este pasaje de Marcos 4: 35-4
Aquel día al atardecer les dijo:
—Pasemos a la otra orilla.
Ellos despidieron a la gente y lo recogieron en la barca tal como estaba; otras barcas lo acompañaban.
Se levantó un viento huracanado, las olas rompían contra la barca que se estaba llenando de agua.
Él dormía en la popa sobre un cojín.
Lo despiertan y le dicen:
—Maestro, ¿no te importa que naufraguemos?
Él se levantó, increpó al viento y ordenó al lago:
—¡Calla, enmudece!
El viento cesó y sobrevino una gran calma.
Y les dijo:
—¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?
Llenos de temor se decían unos a otros:
—¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?
En su evangelio, Marcos nos narra este episodio que luego recogen también Mateo y Lucas. Los discípulos han subido a una barca con Jesús y se alejan surcando el mar de Galilea. Suponemos que había caído la noche mientras bogaban mar adentro y una tormenta los sorprendió, la barca puede representar a la Iglesia, de hecho se habla de la «navícula apostolorum» o la barca de los apóstoles para referirse metafóricamente a la Iglesia. Es interesante que otras barcas iban también en el periplo, esto nos hace recordar que la Iglesia es una pero a la vez hay muchas otras formas de ser cristiano, hay muchas formas de vivir el cristianismo como confesionalidad, sin encerrarnos mutuamente en una única y monolítica institución. Hay varios reflejos de esta pluralidad en la Iglesia si miramos atentamente los evangelios, lo cual nos hace pensar que ya desde el inicio diversas comunidades cristianas tuvieron que aprender a convivir unidas.
Lo sorprendente es que a pesar de la borrasca, Jesús duerme plácidamente. Los discípulos se desesperan y lo zarandean para que despierte y haga algo. Muchas veces pasa así con nuestras vidas: cuando afrontamos crisis caemos presa del pánico y zarandeamos al Señor para que actúe de inmediato, se trata de una reacción natural humana, pero no olvidemos que Él está allí en nuestra barca, en nuestra vida; Él está en el timón de nuestra vida, aunque parece que duerme, está allí y actuará por nosotros tarde o temprano. En el Cantar de los Cantares hay una frase que a lo mejor nos puede ayudar, dice «Duermo pero mi corazón vela» (Cant 5:2), así ocurre con el Señor, parece que duerme, pero en medio de la crisis su corazón vela por nosotros.
Jesús se despierta e increpa al viento y al mar de la misma manera en que increpa a los demonios: «¡Calla, enmudece!». Luego les pregunta a los apóstoles «¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Dónde está su fe?. Es la misma pregunta que se hacía la comunidad de Marcos en medio de las persecuciones del primer siglo, y también la misma pregunta que podemos hacernos en más de una ocasión cuando parece que todo está perdido: ¿Por qué tienes miedo? ¿Dónde está tu fe?.
Este relato breve es una hermosa catequesis sobre el poder de Dios para intervenir en nuestros momentos más dolorosos y críticos, y obrar que llegue la calma y se despejen los temores. A veces queremos tener todas las certezas y las soluciones a mano y olvidamos que todo depende de Él, quien está sentado en el timón de nuestra historia personal. Esto implica que día a día debemos remar mar adentro, pero confiando (=fe) en que Él guía nuestras vidas y sabe lo que es mejor.
Con toda seguridad esto es lo que quiso expresar Rembrandt en su famoso cuadro «La tempestad en el lago«. El maestro había pintado esta obra con apenas 27 años en 1633. La imagen ofrece un contraste entre la luz y las sombras, un juego que Rembrandt dominaba muy bien. Los discípulos rodean a Jesús y lo despiertan para que apacigüe la tormenta, vemos en sus rostros la más variopinta expresión de la angustia humana: uno suplica, otro reza, aquel está resignado a ahogar, el otro intenta convencer a Jesús, y uno más se precipita hacia babor vomitando por el mareo.
Hacia la proa del barco ya ha empezado a clarear y la luz del sol anuncia el fin de la tormenta, el cielo puede verse azul al fondo y los destellos del sol resaltan en las gotas de agua del oleaje que choca contra la barca. ¡La tormenta está llegando a su fin!
Finalmente salta a la vista que Rembrandt ha pintado 14 tripulantes en la barca: 12 apóstoles más Jesús, ¿quién ese tripulante número 14 que nos mira fijamente con aire de complicidad y cercanía? ¡Es el mismo Rembrandt! Quien se ha auto-retratado asiendo la cuerda de un mástil, ausente al pánico que sufren los demás, como queriéndonos decir: ¿Por qué te asustas? ¿Dónde está tu fe? No tengas miedo ¡Jesús guía nuestra barca!
«… Pero clamaron al Señor en su angustia y los sacó de sus congojas. Redujo la borrasca a susurro y enmudeció el oleaje del mar. Se alegraron de aquella bonanza, y los condujo al puerto ansiado.» Salmo 197: 28-30