El Credo

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¿En qué creemos?
 
 
 
       Muchas veces las personas nos preguntan ¿En qué creen los luteranos?
Los luteranos formamos parte de la amplia familia de la Iglesia Universal, es decir, de todos los que creen y confiesan a Jesús como su Señor, en todas partes del mundo, y según distintas tradiciones eclesiásticas: anglicanos, católicos, metodistas, presbiterianos, episcopales, ortodoxos… Todos somos creyentes en Jesús, pero nuestros ritos y costumbres son distintas porque tenemos historias y culturas diferentes.
La expresión doctrinal de esta unidad es el CREDO.
 
En los primeros siglos de la cristiandad se hizo necesario condensar en una fórmula (resumen) aquellas cosas en las que creían los cristianos; esto se hizo para dar una respuesta a los no creyentes, para transmitir a otros cristianos y recordarles en qué creían, para educar a quienes querían hacerse cristianos y enseñarles en qué se cree, y finalmente para corregir los errores de algunos creyentes que habían mezclado el cristianismo con otros cultos de moda en la época (p.ej los gnósticos). Además, durante estos primeros siglos los cristianos tenían muchas dudas sobre su fe, se preguntaban si Jesús era un simple mortal elegido por Dios (adopcionismo) o si era un semi-dios, o si tenía una sola voluntad divina y no humana (monotelismo) etc.
 
Entonces surgieron los Credos. La Iglesia Universal, es decir los obispos y líderes de cada iglesia importante en occidente (Alejandría, Roma, Antioquía, etc) se reunieron en concilios para redactar juntos una confesión de fe unánime. Así nació el Credo Niceno-Constantinopolitano llamado así porque hizo falta dos concilios, el de Nicea y el de Constantinopla, para redactarlo (siglo IV d.C).
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También en la época circulaba en las iglesias, especialmente en Roma, un Credo llamado de los Apóstoles que en realidad era una fórmula muy antigua usada sobretodo en los bautizos: los que se iban a bautizar debían aprenderlo de memoria durante la Cuaresma y recitarlo en público la víspera de Pascua antes de ser bautizados.
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Finalmente en el siglo V d.C se redactó otro credo, el Atanasio, este credo enfatiza la fe en la Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, para aclarar la fe cristiana frente a los arrianos quienes no creían en la Trinidad.
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Actualmente todas las iglesias históricas (católicos, anglicanos, luteranos, metodistas, episcopales, etc) suscriben estos tres credos tal y como lo hicieron las grandes iglesias occidentales a principios del cristianismo, por eso en todos los documentos oficiales sobre la doctrina cristiana estos credo aparecen como fundamentos de la fe.
En el caso de la iglesia luterana nuestro documento oficial se llama Libro de Concordia, fue redactado en 1580 y suscrito por los teólogos luteranos y príncipes alemanes que querían una fe cristiana libre, allí aparecen en las primeras páginas estos tres credos.
 
Así que cuando se nos pregunta en qué creemos, podemos afirmar que como el resto de los cristianos creemos lo mismo que afirma el Credo.
 
Ahora bien, el Credo que nos ocupa en este artículo es el Credo de los Apóstoles, el más breve de los tres. Este Credo tiene tres partes: una dedicada al Padre, otra al Hijo y otra al Espíritu Santo. En la primera se habla de quién es el Padre y qué hace (creador), la segunda habla del Hijo y su obra (salvador) y la tercera habla del Espíritu Santo y su obra (santificador-iglesia).
Pasemos ahora a leer la sección del Catecismo Menor dedicada al Credo y meditar sobre ella, entonces podremos orar con cada sección, p.ej: dar gracias al Padre por ser creador de todo, por sostener tu vida y proveerte a ti y a tus

 hijos… Dar gracias al Hijo por hacerse humano y salvarnos, por dar su vida por ti, pedirle que toda tu vida sea resurrección… Dar gracias al Espíritu Santo porque Él congrega a los creyentes en la Iglesia, porque sin Él nunca hubieras podido creer, pedirle que guíe tus decisiones…

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EL CREDO

[Según el Catecismo Menor de Lutero]

Cómo el jefe de familia debe enseñarlo en forma muy sencilla a los de su casa.

 

Artículo Primero: La creación

Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.

¿Qué quiere decir esto? Creo que Dios me ha creado y también a todas las criaturas; que me ha dado cuerpo y alma, ojos, oídos y todos los miembros, la razón y todos los sentidos y aún los sostiene, y además vestido y calzado, comida y bebida, casa y hogar, esposa e hijos, campos, ganado y todos los bienes; que me provee abundantemente y a diario de todo lo que necesito para sustentar este cuerpo y vida, me protege contra todo peligro y me guarda y preserva de todo mal; y todo esto por pura bondad y misericordia paternal y divina, sin que yo en manera alguna lo merezca ni sea digno de ello. Por todo esto debo darle gracias, ensalzarlo, servirle y obedecerle.

Esto es con toda certeza la verdad.

 

Artículo Segundo: La redención

Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra del Espíritu Santo, nació de la virgen María; padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso; y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

¿Qué quiere decir esto? Creo que Jesucristo, verdadero Dios engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre nacido de la virgen María, es mi Señor, que me ha redimido a mí, hombre perdido y condenado, y me ha rescatado y conquistado de todos los pecados, de la muerte y del poder del diablo, no con oro o plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte; y todo esto lo hizo para que yo sea suyo y viva bajo él en su reino, y le sirva en justicia, inocencia y bienaventuranza eternas, así como él resucitó de la muerte y vive y reina eternamente.

Esto es con toda certeza la verdad.

 

Artículo Tercero: La santificación

Creo en el Espíritu Santo; la santa iglesia cristiana, la comunión de los santos; el perdón de los pecados; la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.

¿Qué quiere decir esto? Creo que ni por mi propia razón, ni por mis propias fuerzas soy capaz de creer en Jesucristo, mi Señor, o venir a él; sino que el Espíritu Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones, y me ha santificado y conservado en la verdadera fe, del mismo modo como él llama, congrega, ilumina y santifica a toda la cristiandad en la tierra, y la conserva unida a Jesucristo en la verdadera y única fe; en esta cristiandad él me perdona todos los pecados a mí y a todos los creyentes, diaria y abundantemente, y en el último día me resucitará a mí y a todos los muertos y me dará en Cristo, juntamente con todos los creyentes, la vida eterna.

Esto es con toda certeza la verdad.

 

 

El colofón del Credo: Creo en la Iglesia

 

«Creo en una santa Iglesia cristiana» es la frase con la que se inicia el colofón del Credo de los Apóstoles. Tras confesar la fe en el Espíritu Santo decimos: «Creo en la una santa Iglesia cristiana (o Católica), la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y en la vida eterna.«
Creo en una santa Iglesia cristiana: Esta parte se refiere a que creemos en la Iglesia como la comunidad de todos los creyentes en el mundo, de toda raza, lengua y cultura, una Iglesia visible y real que nos agrupa a todos como cuerpo de Cristo. La versión antigua dice «Creo en la Iglesia Católica» o «Creo en la Iglesia Universal», en realidad ambas formas también son válidas dado que la palabra «católico» en griego significa «universal», no se refiere específicamente al catolicismo romano sino a la universalidad de la Iglesia.
 
Esta Iglesia tiene cuatro notas distintivas según aparece en el Creo Niceno
Es una: porque solo hay un cuerpo y Cristo es la cabeza, como dice Colosenses 1:18 «Cristo es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia
Es santa: porque está conformada por todos los creyentes que han sido santificados por su fe en Cristo, así leemos en Efesios 1:4 «Cristo nos escogió en Él antes de la creación del mundo para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él
Es católica: porque es universal, está en cualquier sitio donde dos o tres se reúnan en el nombre de Jesús para adorar al Padre, y porque el Evangelio debe predicarse a todas las personas bajo el cielo, así leemos en Mateo 28:19 «Vayan y hagan discípulos en todas las naciones.»
Es apostólica: porque la Iglesia «está edificada sobre el cimiento de los apóstoles» (Efesios 2:20) y las enseñanzas que ellos transmitieron. 
 
Creo en la comunión de los santos: Esta relacionado con la universalidad de la Iglesia, todos los creyentes somos al mismo tiempo santos y pecadores. Somos pecadores porque nuestra naturaleza egoísta nos hace pecar cada día (Salmo 14:3), pero a la vez somos santos porque gracias a la fe en Jesucristo Dios nos perdona y nos hace justos, es decir, santos sin merecerlo, como dice Romanos 5:1 «Hemos sido declarados justos por nuestra fe, por eso estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.» Todos los santos, es decir los creyentes, están en plena comunión porque «una sola es la fe, uno solo es el bautismo y uno solo es Dios Padre de Todos» (Efesios 4:5-7) y también porque «en Cristo ya no hay diferencia entre judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, sino que todos somos uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3:28)
 
Creo en el perdón de los pecados: Jesucristo dijo a sus discípulos que «a quienes perdonen sus pecados les quedarán perdonados y a quienes se los retengan les serán retenidos» (Juan 20:23); en la iglesia desde siempre se ha acostumbrado hacer dos tipos de confesión de pecados: una es la auricular en la que confesamos nuestros pecados a otra persona para que nos aconseje y ayude, es el caso de quien busca confesarse en privado con el pastor porque él está preparado para aconsejar y ayudar a la persona en su lucha espiritual, algunas personas recurren a esta confesión ocasionalmente cuando sienten que algo les pesa en la conciencia y necesitan el apoyo espiritual, tras la confesión el pastor declara el perdón de los pecados de parte de Dios y está obligado moralmente a no revelar nada de lo escuchado.
 
Otra confesión es la privada que hacemos cada domingo en el culto cuando se nos invita a confesar en presencia de Dios nuestras culpas y recibimos la declaración de perdón desde el pastor; esta confesión también podemos realizarla cada vez que sintamos pedir perdón a Dios en nuestra oración privada en el hogar, sabiendo que Dios siempre nos escucha y nos perdona, como dice la primera epístola de Juan, versículo 9: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad
 
Por otra parte Jesús nos enseñó a orar a diario perdonando a quienes nos ofenden para que podamos ser perdonados por Dios, como enseñó en el Padrenuestro en Mateo (6:12): «Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden«, así como nos enseñó a reconciliarnos con nuestro prójimo antes de recurrir a Dios, según dice también en Mateo (5:23-24): «Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda
 
Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna: La base de nuestra fe cristiana es la esperanza en la resurrección; nuestra fe nos lleva a confiar que así como Cristo resucitó de entre los muertos también nosotros resucitaremos en el último día. Sobre esto nos dice san Pablo en la primera epístola a los Corintios (4:13-18):
«Y ahora, amados hermanos, queremos que sepan lo que sucederá con los creyentes que han muerto, para que no se entristezcan como los que no tienen esperanza. Pues, ya que creemos que Jesús murió y resucitó, también creemos que cuando Jesús vuelva, Dios traerá junto con él a los creyentes que hayan muerto.
Les decimos lo siguiente de parte del Señor: nosotros, los que todavía estemos vivos cuando el Señor regrese, no nos encontraremos con él antes de los que ya hayan muerto. Pues el Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando, con voz de arcángel y con el llamado de trompeta de Dios. Primero, los creyentes que hayan muerto se levantarán de sus tumbas.
Luego, junto con ellos, nosotros, los que aún sigamos vivos sobre la tierra, seremos arrebatados en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Entonces estaremos con el Señor para siempre. Así que anímense unos a otros con estas palabras
Y también san Pablo dice en la primera epístola a los Corintios (15:12-20):
«Pero díganme lo siguiente: dado que nosotros predicamos que Cristo se levantó de los muertos, ¿por qué algunos de ustedes dicen que no habrá resurrección de los muertos? Pues, si no hay resurrección de los muertos, entonces Cristo tampoco ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, entonces toda nuestra predicación es inútil, y la fe de ustedes también es inútil.
Y nosotros, los apóstoles, estaríamos todos mintiendo acerca de Dios, porque hemos dicho que Dios levantó a Cristo de la tumba. Así que eso no puede ser cierto si no hay resurrección de los muertos; y si no hay resurrección de los muertos, entonces Cristo no ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, entonces la fe de ustedes es inútil, y todavía son culpables de sus pecados.
En ese caso, ¡todos los que murieron creyendo en Cristo están perdidos! Y si nuestra esperanza en Cristo es solo para esta vida, somos los más dignos de lástima de todo el mundo.

Lo cierto es que Cristo sí resucitó de los muertos. Él es el primer fruto de una gran cosecha, el primero de todos los que murieron.«

Esta promesa en la resurrección está estrechamente relacionada con la vida eterna pues en la resurrección nuestra vida plena transcurrirá sin tiempo ni límites, según se nos promete en Apocalipsis (22:4-5): «Verán el rostro de Dios cara a cara y tendrán su nombre escrito en la frente. Allí no existirá la noche —no habrá necesidad de la luz de lámparas ni del sol— porque el Señor Dios brillará sobre ellos. Y ellos reinarán por siempre y para siempre

Esta breve explicación resume lo que confesamos en el colofón del Credo. Finalmente esta sección está relacionada con la parte «creo en el Espíritu Santo«, pues el Espíritu Santo es quien pone en nosotros la fe y la confianza en estas verdades. El Espíritu Santo nos llama y congrega en la Iglesia universal haciéndonos entrar en comunión los unos con los otros, es Él quien nos inspira el arrepentimiento y la voluntad de perdonar a nuestro prójimo, también nos concede la esperanza en la resurrección que nos libra del miedo a la muerte. 
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Rev. Gustavo Martínez S.

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